Inktober 2021
#1 Fuego
Hubo un tiempo en el que la gente se juntaba alrededor de una hoguera y contaban historias. Historias llenas de amor y esperanza. Pero ese tiempo quedó atrás. Los vientos se volvieron fríos, las nubes taparon la luz del cielo nocturno y las sombras comenzaron a crecer. Época de brujas, época de monstruos, época de relatos de terror. Se enciende el fuego de una chimenea, en una mansión abandonada. Se sienta en el sillón polvoriento que está deshilachado y lleno de arañazos. Y una vez la oscuridad cae y las sombras dominan el mundo, el relato inicia.
#2 Bruja
Llegaste al mundo un 2 de octubre, el mes de las brujas. ¿Y qué hiciste tú? Te convertiste en una. Ahora con 20 años pensarás que la magia es solo para los más pequeños, pero es mentira. Este es el momento ideal para transformar a los príncipes en sapos, volar en escoba por el cielo nocturno y bailar alrededor del caldero cantando hechizos a pleno pulmón. Hoy es el primer día de muchos más. Prepara tu varita, escoge tu escoba y ponte el sombrero. Es la hora de las brujas y hay que celebrarlo.
#3 Cristal
Manual de hechicería para brujas principiantes
Capítulo 4
A pesar de la creencia popular, las varitas no son una fuente inagotable de magia. Una vez el usuario consume la reserva de magia, debe recargarse. Para ello, cada bruja deberá poseer un cristal que esté en sintonía con su varita. En caso de utilizar un cristal erróneo, la varita simplemente explotará a la hora de lanzar un hechizo.
Los cristales absorben la energía de la luna adquiriendo un brillo especial. Cuando la punta de la varita es colocada sobre el cristal, esta empieza a perderlo hasta que vuelve a su tonalidad original, lo que significa que la recarga ha sido completada.
Se aconseja no dejar al alcance de los gatos estos cristales; en ocasiones pueden dar pequeñas descargas eléctricas al animal y tener un gato malhumorado por la casa puede acarrear más catástrofes que un hechizo mal lanzado.
#4 Magia
Cinco. Esas eran las veces que Kiki había suspendido Hechicería Avanzada. Cinco malditas veces. Si bien era cierto que las clases de magia no eran algo para tomarse en broma, nadie había suspendido tantas veces esa asignatura. Era común una; dos, se admitía; tres, espabila un poco; cinco, ¿tú vienes a clase? Ya ni la maestra Olivia Knight se dignaba en darle palabras de ánimo o reproche, tan solo alzaba la cabeza al principio del curso y decía:
-¿Otra vez aquí, señorita Collins?
La frase era tan neutra y desprovista de cualquier emoción que de la vergüenza que sentía Kiki ocultaba el rostro detrás de su sombrero.
Cinco veces había suspendido y esperaba que no fueran seis este año.
#5 Bosque
No sabía cuánto tiempo había estado caminando. Tan solo sabía que el día se había vuelto más oscuro y el aire frío. Su madre le había dicho en numerosas ocasiones que no se acercara a la linde del bosque, pero ella había estado jugando al escondite con sus amigos y quería ganar. Ahora, perdida en aquel mar de árboles, seguía sin encontrar el camino a casa. Tenía miedo, mucho miedo, tanto que estaba a punto de romper a llorar.
-¿Te has perdido, pequeña?
Temblando ligeramente, se dio la vuelta al oír la melodiosa voz. Había una mujer joven, más que su madre. No respondió su pregunta, recordando lo que solía decir su madre: "No hables con extraños".
Su tripa rugió, haciendo sonreír a la mujer desconocida.
-¿Tienes hambre? Venga, voy a prepararte un chocolate caliente -se ofreció alargando su mano.
Los ojos de la niña brillaron con intensidad al imaginarse el sabor del chocolate. Todas las advertencias de su madre desaparecieron y ella cogió la mano de la mujer, dejándose guiar por ella, sin saber que lentamente estaban introduciéndose en el corazón del bosque, donde nadie encontraba el camino a casa.
#6 Sombrero
Había una tienda en el campus, una que vendía ropa de repuesto. Todos los estudiantes habían tenido que pasar por ahí al menos una vez durante el curso. Básicamente era lo primero que enseñaban nada más matricularse en la universidad. Algo que pocos tienen en cuenta es que al usar la magia, en ocasiones ocurren accidentes, mayormente relacionados con la ropa: se quemaban, mojaban, desintegraban o literalmente dejaban de existir en esta realidad.
Sorprendenteme, la tarde estaba siendo muy lenta y tranquila para Mia, que no veía a nadie entrar por la puerta. El único sonido que había era causado por unos pies inquietos corriendo de un lugar a otro. Mia había tenido que traer al trabajo a su hermano pequeño, que ahora mismo estaba probándose los sombreros que usaban los de último año. Le quedaban tan grandes que ocultaban por completo su cabeza.
Mia sonrió divertida y siguió trabajando.
#7 Espantapájaros
Siempre iban a jugar al mismo lugar: al campo de trigo. Les gustaba perderse entre ese mar amarillo, corriendo uno detrás del otro. Siempre eran dos, o al menos eso era lo que decía la gente en el pueblo cuando preguntaban por ellos. No contaban con el espantapájaros que había allí, y como los adultos no lo hacían, los niños tampoco. Seguían jugando entre el trigo, sin notar la mirada hueca del espantapájaros.
#8 Fantasma
-¡Venga! ¡Vamos a jugar! ¡Yo me escondo y tú me encuentras! -gritó emocionado un niño al adulto que entraba en la casa con una caja en sus brazos.
Sin esperar respuesta, corrió por los pasillos intentando encontrar el mejor escondite posible. Al ser el inicio de la mudanza, todavía no había objetos personales en la casa, pero con el tiempo cada una de las estancias se llenaría de recuerdos. El niño acabó escondiéndose en una habitación de paredes azules. Intentó hacer el menor ruido posible mientras esperaba no ser descubierto.
El tiempo pasó pero nadie vino y el niño se preguntó si su padre se había olvidado de él. Entonces, como siempre, recordó: ese extraño no era su padre, esa casa no era su hogar y esta habitación no era su dormitorio.
Era un niño abandonado a su suerte, un fantasma en el tiempo que residía en aquella casa. Al llegar la mañana, salió de su escondite. Entonces, como siempre, olvidó.
-¡Venga! ¡Vamos a jugar! ¡Yo me escondo y tú me encuentras!
#9 Disfraz
Había una mansión no muy lejos del pueblo. Era hermosa, con un jardín bien cuidado y cristaleras de colores. La gente la había visto desde fuera, pero nadie del pueblo había entrado nunca. La única forma de descubrir los secretos que guardaba era recibiendo una invitación por parte de la condesa a su fiesta anual de Halloween. Se decía que era una fiesta de disfraces, pero la verdad es que nunca habían visto a los invitados, tan solo los coches que llegaban a las puertas de la mansión. La gente del pueblo les trataba de extraños y cuchicheaban sobre lo que hacían tras las puertas, pero hasta ellos ansiaban, ya sea por curiosidad u otra cosa, que la condesa les enviara una carta. Decían que ella las escribía a mano y se pinchaba el pulgar para firmar la hoja con sangre. Una idea macabra, ¿pero qué iban a pensar sino de esta señora y sus invitados?
#10 Caldero
Lara se estaba tomando demasiado tiempo para decidir y eso ponía a la dueña de la tienda contenta, pues eso significaba que tenía la posibilidad de convencerla para hacer una compra más elevada.
-Llevo años en el negocio y sé distinguir cuáles son los mejores calderos. Por ejemplo, este de aquí. De gran calidad y perfecto para una estudiante como tú.
Sí. Lara era estudiante de brujería. Tener un caldero era esencial. Pero había una diferencia: era estudiante, no novata. Por eso, en vez de mirar al gigantesco caldero que había sacado detrás del mostrador, estaba mirando los pequeños colocados en la estantería. Sabía que para hacer pociones no se necesitaba uno grande, sino uno que permitiera mezclar los ingredientes de forma rápida y sencilla.
Alzó la mano y señaló uno de ellos:
-Quiero ese.
Lara salió de ahí con un pequeño caldero e ignorando los murmullos de enfado de la anciana.
#11 Golosinas
La valentía que había sentido Britta al aceptar el reto se esfumó tan pronto entró en el jardín de la casa abandonada. Verla tan destartalada, con el jardín descuidado y árboles muertos, hicieron que se pusiera a temblar debajo de su disfraz. Llegó a la entrada y tocó la puerta. El graznido de los cuervos la hizo saltar de miedo. Cuando habló, lo hizo tartamudeando:
-Truco... o trato.
La puerta se abrió con un terrorífico crujido, dejando ver únicamente una extensión de pura oscuridad. Un zarcillo de sombra salió de su interior, se acercó a la bolsa donde guardaba los dulces y dejó algo ahí. Britta, muerta de miedo, no se atrevió a respirar hasta que la puerta volvió a cerrarse sigilosamente. Miró lo que le había dado: golosinas de Halloween.
-¡Gracias! -gritó todavía asustada antes de correr fuera de los terrenos.
#12 Estrellas
Me gusta que me cuenten historias. De pequeña, mi madre siempre nos leía un cuento antes de ir a dormir. Mientras crecía, nos sentábamos en el suelo y susurrábamos relatos que habíamos oído. Ahora ya nadie me cuenta historias; en cambio, me siento en el suelo y miro al cielo nocturno. Seguro que las estrellas tienen historias que contar. No pueden no tenerlas. Han estado ahí colgadas más tiempo que nadie, viendo todo lo que ocurría. Quiero gritarles, exigiendo algo que solo ellas pueden darme, pero se mantienen en silencio. Y no puedo evitar pensar que todas ellas comparten el mismo pensamiento: "Si tantas ganas tienes de escuchar una historia, ¿por qué no la cuentas tú?"
#13 Serpiente
Cuando alguien me dice que es difícil distinguir a los usuarios mágicos, yo solo me río. Como me miran de forma extraña, termino por explicarles que los que poseen como compañero a un búho, son hechiceros. Sabios y silenciosos por naturaleza. Los que son seguidos por gatos, son brujas que siguen las enseñanzas de Hécate. Pero aquellas que llevan una serpiente en sus cuellos, son las que practican la magia negra. Susurrando en el oído para caer en su dominio, llevándote poco a poco a tu propia perdición.
#14 Flores
Las flores eran bonitas. Todos estaban encantados con ellas, pero Clara no lo entendía. ¿Por qué algo tan hermoso debía traerse en esas situaciones? Le respondían que era para que la gente se alegrara y entregarlos como una ofrenda. Clara seguía pensando que era una estupidez. Al fin y al cabo, un muerto no puede apreciarlas.
#15 Criaturas marinas
Se supone que debo hablar del mar y de sus secretos, de sus criaturas marinas y de sus monstruos. Pero no puedo. En cambio, recuerdo las risas que hemos compartido, nuestras voces cantando el nombre de Timothée Chalamet, nuestro cansancio mental tras acabar el trabajo, la hazaña de conseguir el póster de Dune, los aplausos tras acabar la película de Venom y el abrazo de despedida. Uno tan cálido que todavía me rodea.
Os quiero mucho, gracias por hacerme pasar un día tan genial.
#16 Tatuaje
Era el tatuaje de un nombre.
El nombre de alguien que ya no estaba. Pero que no caminara con los vivos
no significaba que fuera olvidado por ellos.
Pues ahora era tinta negra bajo la piel
y vivo en los recuerdos se mantendría.
#17 Calabaza
Baal consideraba que tenía buenas cualidades: era un líder justo para su comunidad, solidario a la hora de dar una nueva vida a la gente y un caballero de pies a cabeza. Lo único que lo hacía destacar más que estos atributos era la calabaza que tenía en vez de cabeza. Tenía los mismos trazos que se hacían a las calabazas de Halloween, permitiéndole tener dos ojos, una nariz y una boca.
Él era un caballero, no un monstruo. Pero esa niña, que ahora corría lejos de su ciudad escondida entre la niebla, le había hecho volver a su forma más abominable. La humana no merecía su hospitalidad. Al menos había podido arañar su espalda con las garras mientras saltaba la valla.
«Bien... un recuerdo que la perseguirá de por vida» pensó Baal viendo la sangre de la niña en la punta de sus dedos. «Ya vendrán más. Siempre lo hacen.»
#18 Vela
Le habían dicho que para pasar la prueba no debía apagar la vela. Tenía que aguantar hasta el amanecer. Pensó que sería una tarea sencilla, pues no había nadie más en la habitación. Eso fue hasta que las voces comenzaron a susurrarle al oído. Cosas horribles, inhumanas, impensables... Temblaba sin control, aterrorizado por sus risas, sintiendo el aliento de cada una de ellas en su cuello. La vela cayó y se apagó.
El grito llegó después.
#19 Gato negro
No tenía dueño, no lo necesitaba, pero tenía que admitir que se había encariñado de esa estudiante. Ella estaba sola, como él. Se sentaba en las escaleras, entre clase y clase, escribiendo en su cuaderno, ignorando a la gente que pasaba por la acera. Yo también ignoraba a los jóvenes que me llamaban, deseosos de acariciar a un gato negro. Me tumbaba a su lado, moviendo la cola de forma perezosa. Ella me miraba y después seguía trabajando en silencio. Como a nosotros nos gustaba.
#20 Búho
Las brujas adquirían a sus compañeras, las serpientes, tras demostrar su potencial al aquelarre. Se las entregaban pequeñas para que fueran creciendo a medida que aumentaban su poder mágico. Los hechiceros eran diferentes. Los búhos les observaban desde las copas de los árboles, se fijaban no solo en sus habilidades sino en ellos como personas. Los búhos les elegían como sus compañeros y no hay mayor honor que ser elegido por uno de ellos.
#21 Pelo largo
Nunca le ocurría durante el día, tan solo en la noche. Se tumbaba en su cama y esperaba. Daba igual cuanto intentara ocultarse debajo de las sábanas, siempre llegaba: la sensación de unas manos acariciando su pelo largo. Aguantaba, porque sabía que si se giraba, no iba a ver a nadie. Tan solo una oscuridad que amenazaba con consumirla.
#22 Trueno
Era una mañana oscura, la lluvia torrencial que había iniciado a la noche no había cesado. Pero esa no fue la razón por la que me había levantado temprano. Fueron los truenos los que me despertaron. Se oían lejanos, aunque yo sabía que se estaban acercando. Sentada en mi cama, miré más allá de mi ventana. Justo al lado de la ría se encontraba una solitaria figura vestida de negro. Debía estar empapandose con todo lo que caía, pero él siguió ahí de pie. No sé cómo pero notó mi mirada. Se dio la vuelta y juro que me vio desde la distancia. No sé por cuánto tiempo mantuvimos la mirada. Un destello. Ya no estaba. El trueno sonó con más fuerza en esa ocasión.
#23 Humo
Fue un cuerpo, una chispa, un incendio.
Fue humo, ceniza, destrucción.
Fue el llanto de un niño, la desesperación de una madre, la furia de un padre.
Fue recordado y olvidado.
Fue todo y nada a la vez.
Fue maravilloso.
#24 Espada
Estaba ahí desde que tenía memoria. Clavada en la piedra, contenida y a la espera. A la espera de aquel que fuera lo suficientemente digno como para portarla. Una espada mágica que guiaría a una nación. Un símbolo de esperanza, lealtad y caballerosidad. Pero por el momento, tan solo era la espada clavada en la piedra.
#25 Amuleto
Ella entonaba un cántico mientras agarraba el amuleto de su cuello. Estaba sola en ese mar de oscuridad. La única luz que había provenía del colgante de piedra blanca. Y aún así, no era suficiente. Tenía la garganta seca y las manos temblorosas. Las lágrimas estaban a punto de salir de sus ojos. Si paraba moría. Ya no tenía la misma fuerza con la que había comenzado. Era solo cuestión de tiempo que cometiera un error. Esa cosa que se movía en la oscuridad lo sabía, por ello siguió aguardando pacientemente su momento.
#26 Zorro
No sabía cómo regresar a casa. Los árboles se veían iguales, no había forma de distinguirlos. Su pie se enganchó entre las raíces de un árbol. Cayó revolviéndose entre las hojas caídas. Perfecto. Esperaba no haberse torcido el tobillo. Al incorporarse, encontró frente a ella un animal de pelaje rojo: un zorro. No se le veía asustado, tan solo la observaba con especial interés. No se atrevió a moverse, hasta que el zorro lo hizo. Este se movió entre los árboles, y justo antes de desaparecer en el bosque, se giró para mirarla. Sus ojos negros brillaban mostrando su inteligencia, esperando algo. Ella tragó y se puso de pie, lista para seguir al animal.
#27 Luna
La Luna es mi madre, las estrellas mis hermanas y el cielo oscuro mis sábanas. Cuando no podemos dormir, miramos hacia arriba, viendo como la Luna mengua para mecernos. Cuando queremos hacer algo nosotros solos, ella nos deja pero sin dejar de observarnos. Y cuando las nubes la tapan, lloramos porque no la vemos. Ella nos ama, ella nos protege. Es nuestra madre y lo será hasta el fin de los días.
#28 Poción
La había cagado, pero cagado a lo grande. Se suponía que iba a ser una poción de rejuvenecimiento, una que eliminara las arrugas por unos días. Obviamente alguien le había cambiado los ingredientes creando una poción de amor.
-¿Soy yo o hoy estás más guapa de lo normal? -preguntó su amigo Andrew mirándola con ojos de enamorado.
Emma se pasó las manos por la cara, a punto de tirarse de los pelos. La había cagado y no sabía qué hacer.
-¿Te he dicho ya que tienes un pelo muy brillante?
Iba a ser muy vergonzoso ir a pedir ayuda a la directora. Muy, muy vergonzoso.
#29 Vampiro
El reloj de la iglesia avanzaba lentamente, mientras, el gato negro lo observaba desde la cornisa de una casa. Quedaba poco, muy poco. La noche de brujas se acercaba y pronto los monstruos despertarían un año más. Los vampiros saldrían a beber sangre, los esqueletos a bailar, los fantasmas a espantar, las brujas a hechizar... Pero solo por una noche. El gato siguió mirando el reloj, pronto él también saldría a jugar.
#30 Escoba
-Mamá, no lo entiendo -dijo Emma antes de interrumpirse por culpa de un ataque de tos. El desván estaba lleno de polvo y no había forma de huir de él mientras buscaban algo-. ¿Por qué tenemos que llevar una escoba? Las brujas nos hemos modernizado, ya no las usamos para volar, solo para limpiar -volvió a quejarse señalando todo lo que le rodeaba.
Su madre simplemente siguió tarareando mientras sacaba más cajas del desván.
-En nuestros tiempos era lo más preciado de una bruja. ¿Cómo han podido cambiar las cosas tan rápido? -soltó al aire.
-No sé, ¿podemos ignorar las escobas este año? -casi suplicó Emma. Su madre negó con la cabeza.
-Ni hablar. Mañana es Halloween y como brujas debemos presentarnos con escobas. Anda, mira en el fondo, tal vez estén ahí.
Emma dirigió la mirada al fondo, donde se concentraba todo el polvo. Quien sabe, igual acababa sepultada y así podría evitar asistir a la fiesta.
#31 Esqueleto
Y un, dos, tres.
El día ya llegó.
Levantaos de las tumbas y recomponer vuestros cuerpos.
Muertos poneos en pie para mover el esqueleto.
Hoy somos los vivos asustando a los futuros muertos.
No tenemos mucho tiempo.
Pasadas las doce volveremos a nuestro sueño eterno.
Poneos en pie que la fiesta ha comenzado.
De aquí nadie se va hasta que el reloj dé la última campanada.
¡Vamos hermanos, es nuestra noche y un feliz Halloween vamos a pasar!
Escrito por: Lorena Pato.