Celina
Muchos creían que Celina había recibido ese nombre gracias a su madre, lo cual era completamente incorrecto, ya que esta estaba demasiado ocupada pensando en comerse a sus hijos cuando éstos nacieron. De los cinco hermanos, el primero fue devorado; el resto, en cambio, lograron escapar. Tres de ellos pensaron que Celina, al ser la menor del grupo, era la presa más fácil de atrapar. Sin embargo, poco tardaron en darse cuenta de que era la más inteligente, capaz de darles esquinazo cuando intentaban ir tras ella. Celina a veces se preguntaba si lo había heredado de su padre, pero jamás se había encontrado con él, y tal vez, teorizaba, había sido devorado por su madre. Aunque tampoco le daba mucha importancia a la familia, pues cada vez que notaba a sus hermanos, lo normal era que cada uno se fuera por su lado, en cuanto a su madre… No sabía donde había acabado. La cuestión es que no fue su madre quien la dio su nombre, sino que fue ella misma la que se lo puso.
Cabe destacar que le encantaban las temperaturas cálidas, bueno, en general a todas las especies que se parecían a Celina les encantaban ese tipo de climas. Recordaba a su primo lejano, que se había extinguido a causa de las heladas que hubo hace millones de años. La verdad es que no fue una gran perdida, pues los de su especie habían logrado estar en la cima de la cadena alimenticia, lo cual impedía a ella y a sus hermanos estar donde estaban ahora: ocupando su lugar. La gracia de la anécdota es que la especie de su primo estaba muerta y la de Celina no.
A ella solía gustarle moverse con calma en el momento que se alimentaba, sin llamar mucho la atención. Pero no podía negar que adoraba cuando alguien daba la voz de alarma gritando:
—¡Tiburón!
Escrito por: Lorena Pato.